Salimos de Joyalí durante la noche del 25 al 26 de febrero de 1992. Ese día yo estaba de servicio. Cuando volví a casa no vi a nadie. Fui hacia el bosque y me reuní con mis familiares. El tiempo era muy gélido. Cruzamos el río Gargar y nos empapamos hasta los huesos. Cogí a mi hijo Vusal, de 10 años, en brazos y seguí adelante. Pero mi hijo no pudo soportar la helada y murió. Mientras mis piernas se congelaban dejé de poder moverme. En ese estado se me acercaron dos armenios, me golpearon y me capturaron. Quise llevarme el cadáver de mi hijo, pero patearon su cuerpo muerto y no me dejaron llevarlo. Durante mi cautiverio estuve retenido en Dahraz, Khankendi. Cuando estaba retenido en el sótano me preguntaron si tenía un hijo que hubiera servido en el ejército nacional. Tratando de engañarlos, les di una respuesta negativa. Entonces me mostraron sus documentos, pero no volví a confesar. Me golpearon y luego me mostraron el cadáver de mi hijo, el soldado del ejército nacional Zahid Agayev. Cuando quise abrazarlo me golpearon cruelmente y perdí el conocimiento. Con unas tenazas me arrancaron todos los dientes. Las heridas de mis piernas empezaron a pudrirse. No me atendieron. Después de estar en cautiverio durante 35 días me liberaron.