Jeylan Mammadova,
Uluslararası Suçlar ve Tarih, 14, 2013, pp. 37-68.
Si «más de 600 personas fueron asesinadas» intencionadamente por un grupo de personas el 26 de febrero de 1992 en Joyalí, Azerbaiyán, ¿por qué los estados miembros dominantes de la comunidad internacional -específicamente la Unión Europea (UE), la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa (OSCE) y el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas (CSNU)- no han aceptado que la masacre fue de hecho un genocidio, mientras que sólo tres estados, México, Pakistán y Colombia, ya lo han reconocido como tal («El Senado de Pakistán reconoce» 2012)? Las potencias mundiales no reconocen el caso como genocidio, no porque las matanzas no se hayan cometido a nivel de genocidio, sino por dos factores clave: primero, la constatación de que el genocidio ocurrió no beneficia sus intereses políticos y económicos internacionales y segundo, dicho reconocimiento no beneficia sus intereses políticos internos (definidos por grupos de interés). Este trabajo de investigación desarrolla un argumento existente sobre la primacía de la teoría de la Realpolitik a la luz de cuestiones de derechos humanos desatendidas, en este caso la masacre de Joyalí. El documento se fundamenta en la teoría principal del choque entre los derechos humanos y el realismo y, a continuación, expone las deficiencias de la escasa bibliografía sobre la masacre de Joyalí. El artículo se centra en nueve países que han desempeñado un papel importante en el debate sobre el reconocimiento de la masacre (EEUU, Rusia, Francia, Alemania, Turquía, Israel, Pakistán, México y Reino Unido), y observa su enfoque actual de la cuestión a través de la opinión de los expertos y de los datos que aportan pruebas contundentes del enfoque realista de ciertos países al debatir la masacre de Joyalí.