Yasemen Hasanova
La entrevista con Yasemen causó una gran conmoción. Su padre, Tofiq Huseynov, fue declarado Héroe Nacional por haber dado su vida intentando defender la ciudad. Su madre fue abatida porque se negó a abandonar su casa sin su marido. La propia Yasemen sobrevivió a esa terrible y gélida travesía nocturna a través del tiroteo y ahora es profesora en la escuela de un asentamiento de refugiados de Joyalí en un ambulatorio en ruinas.
Era una casa preciosa, de dos plantas, con vides que trepaban por los balcones… ¿Dirección? No teníamos dirección; todo el mundo conocía nuestra casa cerca del río. Había un gran jardín con manzanos, perales y ciruelos, y patatas… a mi padre le encantaban las patatas hervidas, y la sopa de arroz… Uno de los manzanos era muy pequeño; cada año tenía sólo tres manzanas, y nosotros éramos tres niños. Las manzanas olían a miel y un día le di un mordisco a una de ellas, pero la dejé en el árbol; mi padre me preguntó: «¿Por qué no la has cogido?».
Un niño tiene buena memoria (tenía 12 años entonces). Disparaban constantemente y no lo entendíamos, eran como fuegos artificiales.
Mamá nos llevaba al sótano, nunca llevábamos ropa de noche, siempre ropa de día. Siempre disparaban de noche y por eso mi padre estaba siempre en su puesto (era el comandante del equipo de autodefensa). Estaba orgulloso de él cuando nos defendía. Dejaban de disparar a las 5 o 6 de la mañana.
Había escasez de alimentos, sobre todo de harina y pan, el gas y la electricidad estaban cortados, cocinábamos en fuegos de leña, y nuestros chicos no tenían armas como los tanques… Joyalí estaba rodeada, como un vaso de té en un platillo, la única forma de salir era en helicóptero, y a eso le disparaban… Una vez, cuando mi tío nos llevaba a la casa de nuestro abuelo, empezaron a disparar y mi tío se tumbó encima de nosotros; la verja del abuelo estaba toda agujereada… Nos disparaban todos los días, pero mi padre seguía arreglando la casa, preparando la fiesta de circuncisión de mi hermano.
No podíamos salir por la noche y por las mañanas nos encontrábamos con muchas balas. No íbamos a la escuela; yo sólo estudié un mes en mi sexto año.
El último ataque fue una barbarie; (además de a mis padres) perdí a mis abuelos, a mi tío, a mi tía y a sus dos hijos.
Los más ancianos tuvieron que quedarse atrás, en el último piso de un edificio de cinco plantas.
Mi madre no quería irse sin su marido, así que los niños nos fuimos con los primos.
Su cuerpo (el de su padre) quedó bajo la nieve durante mucho tiempo. Lo llevaron de vuelta en trineos. Nos dijeron que era el cuerpo del abuelo. El día que lo enterraron le dieron a mi hermano Murad una foto de mi padre. Sus lágrimas corrían sobre la foto; parecía que la foto llorase.
16 años después de la muerte de mi madre había una foto de su cuerpo en Internet. No sabíamos que estaba muerta, pensábamos que era una rehén.
Nunca imaginé que una hija pudiera dar gracias a Dios por la muerte de su madre… Doy gracias a Dios porque murió allí, en lugar de ser torturada por los armenios.
Entrevistado por Ian Peart
Fuente de la historia: Libro “Joyalí Testigo de un Crimen de Guerra – Armenia en el banquillo» ( en inglés ), Publicado por Ithaca Press, Londres 2014